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Una sonrisa enorme se dibuja en su rostro, los ojos saltones color café se quieren salir, las manos cuentan el dinero y Ximena pide apresurada unos chetos anaranjados con poca salsa. Su madre espera paciente a unos pasos de ella cargando una enorme mochila. Son la una de la tarde y todo comienza.
Ximena Estrada García es una niña simpática y soñadora que gusta de comer golosinas después de clases porque dice “son irresistibles”. A sus 8 años conoce 10 marcas de dulces y todas las ha probado.
Fuera de la primaria, donde cursa el tercer grado, se instalan cuatro vendedores ambulantes. A las 12:30 del día María Robles Castro de 40 años, llega con una carretilla envuelta en una manta con flores y amarrada con un lazo de yute. Despacio, comienza quitando los nudos para poder utilizar un banco plegable que lleva dentro de sus herramientas básicas. Arma un puesto improvisado en menos de 15 minutos. Ella lleva tres años vendiendo fuera de la primaria República de Irak. Tiene dos hijos de 20 y 21 años, ambos deportistas y universitarios.
Madres apuradas salen por todos lados porque es hora de ir por sus hijos. Otros comerciantes hacen lo mismo que María. La hora de atacar se aproxima. Suena la chicharra y un centenar de niños salen corriendo en busca de dulces y su madre.
Sacan de sus bolsillos el único peso que les sobró del recreo y preguntan “para qué me alcanza”. Se devora los dulces alrededor de los puestos.
Estos niños regularmente no desayunan por la presura de salir temprano y llegar corriendo a la escuela. Comen una colación en la escuela que, principalmente, es comida chatarra. Al llegar a su casa, su madre les prepara comida con productos industrializados, generalmente no consumen verduras, vegetales y fibra.
Es por eso México ocupa el segundo lugar con mayor porcentaje de obesidad a nivel mundial, pero tiene el primer lugar en obesidad infantil. esto se debe a que la población mexicana se debe a la mala alimentación y al consumo desmedido de comida chatarra, productos industrializados y el sector vulnerable es el infantil, que se traduce en niños obesos y como consecuencia adultos diabéticos o propensos a otras enfermedades.
La prevalencia de obesidad en menores aumentó de manera alarmante en los últimos 20 años, hasta alcanzar a 20% de los niños. La obesidad infantil aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas, señala en boletín de Practica Medica Efectiva del Instituto Nacional de la Salud.
Susana Miranda López dedicada al comercio de estos productos es consiente del problema porque al cuestionarle sobre el tema dice que “los niños comen todo lo que ven, pero eso lo aprenden de la televisión, no de nosotros”.
Lo que más compran sus clientes son gomas de mascar, chicharrones de a peso la bolsita, chocolates y esporádicamente palanquetas. “mis ganancias diarias permiten que viva un desahogadamente”.
Las escuelas están plagadas de productos que provocan la obesidad. Guillermo Olguín, padre de dos hijos de 9 y 11 años comentó que ellos no están acostumbrados a comer dulces y chicharrones porque les inculca el ejercicio y el deporte, ya que ambos niños están en un equipo de futbol que él mismo entrena.
“Que bueno que prohíban esa clase de productos en la primaria, así los niños no tendrán la tentación de comer más, ahora sólo falta el trabajo de los padres para inculcar un buen ejemplo”.
De forma paralela, Herlinda Sánchez menciona, como vendedora de dulces, que “la solución no está cancelando la venta dentro de las instalaciones, si no que la publicidad en la televisión es lo que provoca este problema y si no la borra, todo seguirá igual”.
En marzo de 2008, la Secretaria de Salud informó que junto con la Secretaria de Educación Publica desarrollaría un proyecto contra la obesidad infantil, fomentando ambientes saludables en las escuelas mediante la programación de actividades físicas y dietas sanas que incluyan el consumo de frutas, verduras yagua, en lugar de alimentos procesados.
Con respecto a la actividad física, la obesidad está asociada al sedentarismo producto del esquema de las condiciones de la vida urbana lo que conlleva a un mayor tiempo dedicado a ver la televisión y a los videojuegos; en la población mexicana se estimó que por cada hora de televisión incrementa 12% el riesgo de obesidad en niños de 8 a 16 años.
Susana aclara que las medidas que pretenden emplear no servirán del todo porque “la publicidad es lo que incita a los niños a comer. Mi puesto de dulces no creo que le haga daño a los niños”.
El costo de la obesidad en México, así como sus complicaciones, alcanzó los 42 dos mil millones de pesos en 2009. “En 10 años este costo podría ser del doble” destacó el secretario técnico del Consejo Nacional de Salud, Jorge Sánchez González.
El comercio de comida chatarra afecta a la sociedad en gran medida, la posible solución está en puerta, pero qué pasará con las personas que viven de la venta de estos productos a los alrededores de las escuelas. Ellos tienen el control, al final de las clases, de lo que comen los niños porque los berrinches los padres no lo pueden soportar.